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Cuando el arte ya no es reparable
Internacional | 30 AGO 2019 Por Artsy

El 24 de Diciembre de 2008, uno de los afamados animales de globo de Jeff Koons – una edición del perro rojo de 10 pulgadas de largo – se cayó y se fragmentó en varias piezas. Cinco meses después, luego de que la escultura fuera examinada y evaluada por sus daños, la compañía de seguros AXA Art determinó que sería más caro reparar la escultura de lo que valía. AXA le pagó al dueño el premium del seguro, declarando la obra “una pérdida total”. Las piezas del perro de globo fueron transportadas a un enorme almacén de AXA, donde el perro fue recibido por muchas otras obras destruidas.

En Mayo de 2009, en el mismo mes que la escultura de Koons salió oficialmente del mercado del arte, la artista de Nueva York, Elka Krajewska estuvo hablando con su vecina Rosalind Joseph, quien en ese momento trabajaba en relaciones públicas de AXA, sobre estos almacenes destinados a “salvaguardar arte”. Krajewska estaba intrigada sobre el concepto de lo que alguna vez fue considerado una obra de arte y que ha sido reducido a un objeto que no tiene valor alguno mas allá de sus materiales. Así fue como se le ocurrió la idea de un "museo para arte destruido”, un lugar donde esas piezas que solían ser arte pudieran encontrar una nueva vida en los debates filosóficos que desencadenarían: ¿Qué define una obra de arte? ¿Cómo podemos determinar su valor inherente? ¿Existe algo como el valor objetivo?

En los siguientes tres años, Krajewska registró su Instituto de Arte Recuperado, (mejor conocido como SAI, por sus siglas en inglés de Salvage Art Institute), se reunió con personas en AXA, visitó sus almacenes y – en convenio con la Universidad de Arquitectura, Planeación y Preservación de Columbia- logró obtener una donación de 40 piezas dañadas que conformarían la colección de su institución. A finales del 2012, SAI inauguró su primera exposición “No Longer Art” en la Galería Arthur Ross de Columbia donde exhibió su colección de piezas destruidas. Entre esas piezas se encontraba un cuadro roto de Alexandre Dubuisson y el perro globo de Koons.

A pesar de que Krajewska es una artista, ella piensa en SAI como una herramienta educativa o una forma de iniciar un debate, en lugar de un proyecto artístico. Ella dice que el valor de mostrar las obras destruidas se encuentra en los debates que genera el proyecto; “(la colección) abre tu mente a cuestionarte aquello que entiendes cómo arte y cómo debes sentirte sobre este”.

Matthew Wagstaffe, asistente de Krajewska, coincide con su pensamiento. “Estos objetos caen en la intersección de muchas áreas de expertise” dice. El interés que estas obras destruidas genera no se limita a los mundos del arte y los seguros, pero también hacia las áreas del derecho, economía, sociología, filosofía e incluso literatura (la novela del 2014 de Ben Lerners, 10:04, se menciona un instituto para arte destruido inspirado en SAI). Wagstaffe agregó que existe una “rareza en estos objetos” así como un “grado de accesibilidad hacia ellos” a pesar de que las aseguradoras son las que declaran su situación

Tour de "Non-Art"

Luego de la primera exhibición de SAI, la colección se ha encontrado en un perpetuo tour alrededor del mundo. Cada exposición es diferente, pero todas tienen algo en común: los asistentes son animados a interactuar y tocar las obras; cada pieza es colocada en una mesa con ruedas, para que las personas puedan mover las piezas de lugar cómo ellos quieran, y si quieren saber más sobre la obra, pueden hojear las carpetas con información redactada por las aseguradoras narrando la declaración de perdida total y la transferencia de propiedad de las piezas.

La exposición más reciente de SAI fue en el Museo de Arte de Zapopan en México. Wagstaffe dijo que los cuerpos de seguridad del museo tenían “problemas con conciliar el hecho de que los visitantes podían tocar e interactuar con las obras. Eso iba muy en contra de la regla más básica de un museo.”

“Agarré la pieza de Koons, y de repente, ya estaba rodeada de guardias diciéndome que soltara la pieza” recuerda Krajewska. Los guardias llamaron al director del museo, quien abrió una discusión sobre el significado de la exhibición. A Krajewska le encantó presenciarlo todo. “Existe un juego que rodea el concepto de aquello que valoramos” decía. Al final, Krajewska y los guardias llegaron a un acuerdo: los visitantes podían tocar el arte, pero tenían que pedir permiso primero.

Sin embargo, los guardias del museo no han sido los únicos incomodos con ver a los visitantes tocar los lienzos o meter sus manos en los huecos de las pinturas de la colección de SAI. Las empresas encargadas de supervisar el embalaje también se han visto preocupadas. “El embalaje es una situación complicada. Siempre hay un temor de que al volver a interactuar con las piezas, su valor regrese, y es por ello que jamás pagamos un seguro para el envío de las piezas. Cuando le quitas el valor monetario a un objeto, las personas siempre van a intentar devolvérselo” dice Wagstaffe.

En cada paso, Krajewska y Wagstaffe son muy cuidadosos de que la colección de SAI no obtenga un valor económico. Esta parte es contemplada dentro de las políticas de la institución, las cuáles funcionan más como un manifiesto. La primera cláusula de sus políticas funciona como la misión de la institución “SAI es un espacio para aquellas piezas de arte que han sido oficialmente declaradas como pérdida total, han sido removidas del mercado del arte y han sido liberadas de la obligación de tener un valor perpetuo e intercambiable”. Una parte importante de esta parte de “liberación” es la remoción del nombre del artista de la pieza (después de todo, la firma de un artista tiene valor).

La séptima cláusula de sus políticas dice “La firma del ajustador cancela la firma del artista”. En un esfuerzo de liberar a la pieza de su valor, cuando SAI realiza una exposición, la información de las piezas es presentada primero por el número de pieza, materiales, registro de daños, y por último, nombre del artista y su título. Por ejemplo: SAI 0015. Materiales: aluminio y porcelana. Medidas: 10” x 10” x 3”. Daño: 12 /24 /2008. Destruido por caída. Reclamación 5/11/2009. Declarado pérdida: 5/20/2009. Producción: 1995. Artista: Jeff Koons. Título: Red Dog Balloon. Ed. 51/66.


Aceptando el cambio

Inevitablemente, las piezas de la colección de SAI sufren más daños y Krajewska ama la forma en que cambian conforme pasa el tiempo. La colección incluye un dibujo hecho con pólvora con el cual las personas se manchan cuando lo sujetan; cuando tocan otra obra, usualmente dejan huellas dactilares con la pólvora. Este tipo de actos conecta al visitante con los objetos de una forma muy única. Krajewska documenta estas degradaciones en reportes individuales de cada objeto en su estudio. Ella ve las piezas como objetos vivos y su registro es la historia de sus vidas.

Además de la meticulosa documentación de las actividades del SAI y su colección, existe igual un fuerte elemento de casualidad y azar en el proyecto. Krajewska es la primera en reconocer que SAI fue creada en circunstancias muy improbables: su vecina que casualmente trabajaba en AXA Art, el extraño entusiasmo y apoyo del entonces CEO de AXA Art Christiane Fisher y el apoyo inicial de la Universidad de Columbia. Sin embargo, las casualidades no terminan allí. Ben Lerner escribió una versión fictica de SAI porque a Krajewska le gustó la forma en la que el describía el arte en su primera novela “Leaving the Atocha Station” (2011), y lo llamó repentinamente para platicarle de su nuevo proyecto. Wagstaffe conoció a Krajewska gracias a un amigo que tenía su estudio a un lado del de ella. Y la mayoría de las presentaciones del SAI son resultado de un curador preguntando si puede pedir prestador ciertos objetos o toda la colección. Y en la raíz del instituto, existe mucho azar en la forma en la que los objetos se dañan.

Existe mucho más azar en el futuro inmediato de SAI; en Mayo, la Universidad de Columbia le dijo a Krajewska que la colección de SAI tenía que abandonar sus bodegas para finales de este año, así que Krajewska y Wagstaffe se encuentran evaluando sus opciones - incluyendo el sueño de transferir todo a una exposición permanente dentro de un barco. Krajewska es una ávida marinera, así que los problemas de almacenaje y embalaje se resolverían con una sola decisión. Además, Wagstaffe señala que “las aseguradoras marinas marcaron el inicio de los seguros, y navegar a través de aguas internacionales significa más liberación para la colección”.

A través del tiempo, Wagstaffe se ha fascinado con la idea de los seguros, los cuales buscan anticipar un evento que no puede ser previsto. “Estamos en contra de aquellos eventos que exceden nuestra habilidad para cambiarlos. Existe una extraña forma en la que los humanos intentamos manejar el desastre con un “lenguaje seco””dice Wagstaffe.

Fragmento del artículo y fotografías de Artsy vía https://bit.ly/2Y0u0Oi

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