Mucho se ha divulgado sobre Adolf Hitler, uno de los peores personajes de la historia reciente que desencadenó el holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Pero en este artículo no queremos profundizar en sus ya conocidas atrocidades, sino comentar y explorar un poco su faceta previa a soldado y dictador, el de un joven artista que creía en su arte y luchaba por subsistir.
Su vida como artista
Todo comienza cuando en 1904, el joven Hitler de 16 años abandona su educación con una sola asignatura aprobada: la de dibujo. Con esta única habilidad reconocida, Hitler decide que su vocación se encuentra en la pintura, y 2 años después, se muda a probar suerte en la capital cultural del Imperio Austrohúngaro: Viena. Ya instalado en esta nueva ciudad, Hitler aplicó para la Academia de Bellas Artes de Viena, sin embargo, sus habilidades de dibujo fueron consideradas “insuficientes”. El propio Hitler reconoció posteriormente en su autobiografía “Mein Kampf” que este primer rechazo lo tomó por sorpresa; el joven artista estaba seguro de que sus habilidades le conseguirían un lugar en la academia.
En el otoño de 1908, habiendo trabajado más en su técnica, Hitler aplicó por segunda ocasión para la academia y fue nuevamente rechazado; incluso una fuente señala que sus resultados fueron tan malos, que la academia le prohibió volver a aplicar. Este segundo rechazo les costaría la vida a varios de los miembros de la Academia años más tarde cuando Hitler les enviara a la SS para asesinarlos.
Sin embargo, en aquel entonces, Hitler no se dio por vencido con su sueño y recurrió al método que múltiples artistas han utilizado a lo largo de la historia: el de visitar centros y cafés concurridos por artistas, poetas y coleccionistas, con el fin de encontrar inspiración, tutoría o mecenazgo. En esta vida bohemia, Hitler llegó a vivir en carne propia el hambre y la pobreza, recurriendo a refugios para poder obtener alimento y una cama donde dormir.
Con el paso del tiempo, su arte comenzó a obtener cierto éxito que le permitió subsistir y rentar su propio departamento. Sus primeras ventas se centraban en acuarelas de paisajes, escenas y edificios de Viena que vendía a turistas y negocios de enmarcado. Sin embargo, fue su permanencia en la multiculturalidad de Viena lo que comenzó a cosechar su antisemitismo; Hitler detestaba la idea de comerciar su trabajo con judíos, incluso cuando Samuel Morgenstern, un judío comerciante, era uno de sus mayores compradores.
El llamado de la guerra
En 1913, Hitler se traslada a Múnich donde continúa vendiendo obras de flores, naturaleza, paisajes y arquitectura. Aquí continúa gozando de estabilidad gracias a sus leales compradores y encargos, pero su buena fortuna se ve interrumpida con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Aunque unos oficiales lo liberaron de sus obligaciones militares tras declararlo “inadecuado para el combate y la asistencia, demasiado débil, e incapaz de sostener armas de fuego”, Hitler tenía ideales muy nacionalistas, por lo que se enlistó como voluntario del ejército para ayudar en los objetivos de su país.
Durante la guerra, Hitler produjo acuarelas de las imágenes que veía en las trincheras; casas destruidas, campos de batalla, tanques de guerra, etc. También llegó a producir bocetos para publicar en el periódico del ejército alemán.
Finalmente, tras la derrota de Alemania en 1918, Hitler regresa a su país cargado de odio y xenofobia, culpando a los judíos del resultado de la guerra. Aprovechando el resentimiento que muchos alemanes tenían, Hitler descubre finalmente su verdadero talento (y el más poderoso): el de la oratoria. Dando discursos, es como Hitler comienza a convertirse en el personaje infame que todos conocemos, concluyendo su periodo como artista.
Analizando su obra
Es difícil crear un análisis objetivo de su obra cuando sabemos que se trata de una persona cuyo legado es el genocidio. Pero a continuación compartiremos algunas observaciones superficiales sobre el arte de Hitler.
En primera instancia, el arte de Hitler es un intento por cumplir con las normas del academicismo; en su arte hay una clara exploración de la composición, la proporción de elementos y el cuidado de las líneas. Tiene una manufactura limpia (aunque torpe) y en sus escenas pareciera que siempre hay una iluminación apacible con bajos contrastes y respetando la paleta de colores natural de lo que observaba.
También muestra un amplio interés por la arquitectura. Sus pinturas de edificios y escenas de ciudades cubren una enorme cantidad de detalles, pero también revelan que su más grande talón de Aquiles eran los puntos de fuga, particularmente en escenas con perspectiva aérea. Nunca llega a dominarlo por completo, pero se podría pasar por alto considerando que su formación era autodidacta y nunca pudo obtener una educación artística formal. Otro de sus errores más comunes (y cómicos) es de las sombras; a veces pareciera sugerir que hay 2 o más soles en sus obras ya que las sombras de sus escenas parecen venir de diferentes direcciones en lugar de respetar una única fuente de luz.
En cuanto a contenido, Hitler peca de trivial. Sus escenas son meras fotografías; no hay intenciones psicológicas, no juega con las paletas de colores, no existe el movimiento, ni busca transmitir atmósferas. Las únicas escenas donde podría haber generado inquietud, son sus paisajes en trincheras, pero incluso estas resultan anticlimáticas; se limitan a ilustrar una nota de periódico en lugar de generar una escena dramática de la guerra. Es como si Hitler no hubiese sentido emoción alguna al pintar estas escenas.
¿Qué podemos concluir de lo anterior? El arte de Hitler es bueno, pero no excepcional. Y considerando que, en la primera década del siglo XX, corrientes como el expresionismo, el cubismo y el fovismo (que el propio Hitler llega a catalogar como “arte degenerado”) eran lo que dominaban las tendencias de arte europeo, es fácil entender porque su arte tan conservador, académico y tradicional era fácilmente ignorado; su arte simplemente no era innovador, no proponía nuevas formas de retratar, no proponía ninguna filosofía o visión, y tampoco transmitían emociones. Sus obras son solo postales destinadas a decorar un espacio.
Conclusión
Explorando un poco la famosa pregunta de “si Hitler hubiese sido admitido en la Academia de Bellas Artes, ¿habríamos tenido la Segunda Guerra Mundial?” la reflexión de esta escritora es que Sí. Basándonos únicamente en su carrera como artista, el que Hitler hubiese sido aceptado en la academia no habría prevenido que éste se enlistara en el ejército durante la Primera Guerra Mundial, ni que este diera discursos de odio ante la gente. Además, la academia no habría eliminado sus pensamientos xenofóbicos (como tampoco lo logró su ávido comprador judío) ni su extremo nacionalismo, características de su personalidad que lo convirtieron en dictador.
De haberse dedicado únicamente a su arte, Hitler habría pasado a la historia como un pintor paisajista/arquitectónico más. Su nombre quizás habría quedado registrado en algunos libros compilatorios de arte alemán del siglo XX, sus cuadros no estarían generando cientos de miles de euros en subastas, y más importante aún, la humanidad no habría experimentado uno de sus peores episodios históricos y perdido millones de vidas.
Fuentes:
Pruitt, S. (1913) “When Hitler tried (and failed) to be an artist”. History. https://www.history.com/news/adolf-hitler-artist-paintings-vienna
Calvo, M. (2017) “Las aventuras del joven artista Adolf Hitler”. Historia-arte. https://historia-arte.com/articulos/las-aventuras-del-joven-artista-adolf-hitler