Existen varios movimientos a lo largo de la historia cuya intensión fue evocar la grandeza de los antiguos maestros del Renacimiento, ya sean los nombres de gigantes como Miguel Ángel, Leonardo y Rafael, o los que experimentaron con la pintura antes que ellos y sembraron las bases del movimiento desde principios del Quattrocento, como Massaccio, Mantegna, Botticelli, entre otros.
Es por lo que tal vez te hayas encontrado con pinturas que fácilmente parecen una obra renacentista pero no pertenecen a ese movimiento.
El Renacimiento cuenta con diversas características que lo componen y lo hacen único, pero a veces no es sencillo identificarlas y diferenciarlas de otros movimientos, por lo que queremos compartir unas cuantas bases y nociones que pueden ayudar al momento de ver una pintura y no sentirse confundido sobre si pertenece al Renacimiento o no.
Características
Primero, debemos recordar que el espíritu de la época está bajo las influencias ideológicas del Humanismo y hay una intensión consciente de evocar la antigüedad grecorromana. El estudio del cuerpo humano cobra mucha importancia, puesto que no solo es el centro del humanismo, sino que lo estético se encuentra en lo proporcional, surgen cánones que indican las correctas medidas del cuerpo humano y cumplir con estas lo vuelve bello. Sin embargo, la belleza ideal no solo constaba de las medidas, las apariencias también contaban, la juventud y los rasgos refinados eran bien vistos, así como características faciales que se asemejen al físico de los antiguos, como por ejemplo, el perfil griego.
El cuerpo humano ciertamente fue el centro de todo, pero no lo fue todo. Se empezó a estudiar la relación del humano con su entorno y las medidas que este representaba. En el Renacimiento también se estudió la naturaleza y la posición del humano en esta. Hubo una búsqueda de procurar un “ambiente armonioso”, donde la naturaleza estudiada se encuentre en el lugar que le corresponde, junto con la arquitectura existente y el ser humano en las proporciones correctas, no solo la relación de las medidas y distancias en su propio cuerpo, sino también en equilibrio con respecto a todo lo que le rodea.
Aún con el Humanismo moviendo a las grandes mentes del momento, la Iglesia seguía siendo la institución más poderosa, sobre todo económicamente, ventaja que le permitió ser uno de los pilares en el mecenazgo del arte. Por lo tanto, los temas en la pintura renacentista varían entre arte sacro y pagano, existiendo gran número de pinturas que varían entre retrato, la mitología grecorromana, alegorías y por supuesto, representaciones de pasajes bíblicos. En estas últimas eran muy usadas las composiciones triangulares, aunque las composiciones basadas en figuras geométricas elementales (triángulo, rectángulo y círculo) abundaban en la pintura renacentista independientemente del tema.
Elementos compositivos
Como ya mencionamos, las composiciones geométricas eran comunes y entre esas, la triangular era la más empleada en el arte sacro, esto porque eran conscientes de la armonía que esta brindaba a la obra y el significado que cargaba el número 3, relacionado directamente con la Santísima Trinidad. Sin embargo, esto no significa que las pinturas de carácter religioso usaran únicamente la composición triangular, ni que las otras figuras fuesen solo para el arte pagano.
Un elemento muy importante que se comenzó a estudiar en el Renacimiento fue la perspectiva. En “El tratado de la pintura” (1632), Leonardo da Vinci explicó -entre diversos temas- sobre tipos de perspectivas. Primero define la perspectiva como la ciencia que estudia las líneas de la visión, la perspectiva lineal comprende la construcción lineal de los cuerpos; la perspectiva atmosférica observa el comportamiento y la difuminación de los colores según sus distancias; y finalmente, la perspectiva menguante es la que estudia la distorsión de los cuerpos según su posición y distancia.
Es decir, la perspectiva lineal es la que conocemos que se compone por la línea de horizonte en la que se encuentra la vista y un punto de fuga en el que las líneas de perspectiva convergen dándonos la noción de profundidad, aunque la obra esté en una superficie plana.
La perspectiva atmosférica hace que los objetos se vean lejanos o cercanos según su nitidez y su color, unos ejemplos de su aplicación serían los fondos difuminados que se encuentran en “La Gioconda” (1503) y la "Virgen de las rocas" de Leonardo.
El mejor ejemplo de la perspectiva menguante es posiblemente el escorzo. Consta de la distorsión de las líneas que componen una figura y la hacen parecer abultada y en posición de reposo, dando una idea de la profundidad del objeto sin que este sea representado de forma completamente frontal, como el cuerpo de Cristo en la pintura de Mantegna, o el brazo en el que se apoya Adán para alcanzar a Dios.
El Renacimiento es uno de los movimientos más famosos en la historia del arte, conocido por la enorme producción que hubo de obras, el gran ingenio de sus personajes más importantes y los diversos estilos que manejaron aun entre contemporáneos. Posiblemente esta última característica sea una de las mayores razones por las que se confunde a menudo diversas obras que no pertenecen a este periodo. Sin embargo, la experimentación y la búsqueda de una expresión eran objetivos que no se habían presentado en movimientos anteriores como el Bizantino o el Románico.
Por lo tanto, la verdadera característica que puede abarcar la gran cantidad de estilos y obras en el movimiento sería la experimentación como tal. Aún estaban estudiando el cuerpo, la perspectiva, las técnicas y el color, pese a la gran maestría que observamos en sus resultados, seguían aprendiendo cosas que no se habían hecho antes.
Fuentes: La historia del arte, Gombrich. El tratado de la pintura, Da Vinci. Historia del arte: El Renacimiento, Folio.