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El arte y la enfermedad; obras creadas en tiempos de pandemia (Pte 2)
Artículos | 08 MAY 2020 Por Brenda J. Carrión

“Triste herencia” (1899) de Joaquín Sorolla y “El mundo de Christina” (1948) de Andrew Wyeth (1948)

A inicios del Siglo XX, surgió en Europa una epidemia de poliomielitis. La polio fue una enfermedad que en su mayoría afectaba el sistema motriz e inmunológico de niños y jóvenes, y según las creencias religiosas de la época, se asumía que tenía su origen en las conductas precoces y/o promiscuas de los padres. Esta idea surgía de una teoría degenerativa, con base en que, con cada nueva generación, la sociedad se volvía más inmoral y, por tanto, aparecían nuevas enfermedades como un “castigo divino”.

En este caso, la obra está basada en un acontecimiento real que el artista Joaquín Sorolla presenció en la playa del Cabañal en Valencia. Niños desnudos y con muletas, pacientes del Hospital de San Juan de Dios, intentan bañarse con la esperanza de encontrar alivio en el calor del mar y con la única asistencia de un fraile. Inspirado por la escena, Sorolla pidió la autorización del Hospital para retratarlos. Considerando lo que se mencionó anteriormente, tituló su obra “Triste herencia” con la creencia (errónea) de que la enfermedad que padecían era consecuencia de las enfermedades venéreas que padecían los padres.

Otra obra basada en la misma enfermedad es “El mundo de Christina” (1948) de Andrew Wyeth. Esta obra muestra a una mujer joven recostada en el campo mientras observa su hogar en la distancia. En una primera impresión, pareciera ser un momento de reflexión y nostalgia del personaje mientras descansa en el suelo. Sin embargo, si se observa meticulosamente, se puede notar que las piernas y los brazos de la mujer son demasiado delgados, uno de los síntomas de la polio. La realidad de la imagen es que la mujer se encuentra recostada porque no puede caminar.

“Sin título” (1988-89) de David Wojnarowicz

Probablemente la epidemia más estigmatizada de la historia reciente fue la del sida en la década de los 80’s. Centrándonos en E.E.U.U., la comunidad LGBT fue probablemente la más afectada, no solo por la enfermedad, sino por el movimiento de rechazo y discriminación sistematizada que el SIDA generó en la sociedad. Fue por ello que el arte y la publicidad se convirtieron en una importante herramienta durante esta época para exigir la inversión de recursos federales para la investigación de una cura.

David Wojnarowicz, un artista que estuvo afectado directamente por el virus, creó una de las obras que mejor retrata la atmósfera anímica que se vivió durante el gobierno de Reagan y la epidemia del SIDA. Capturando con su cámara un escenario armado en un museo de historia natural, David muestra unos búfalos cayendo en estampida hacia un acantilado. La interpretación más popular que se le atribuye es la de la aceptación furiosa que hace el artista de su propia muerte, un destino hacia el que cada vez se acerca con más velocidad y del cual no puede hacer nada para cambiarlo. Sin embargo, otros críticos apuntan a que, siendo el búfalo un animal representativo de América, se puede leer en esta fotografía una denuncia que hace el artista de la decadencia de la sociedad americana en una época en la que prefirió ignorar las súplicas de un grupo minoritario severamente afectado por la enfermedad.

El coronavirus y la parodia del arte

La pandemia del coronavirus sigue siendo un evento demasiado reciente (y que todavía continúa) como para señalar cuáles son las obras originales que mejor retratan la atmósfera que estamos viviendo. No cabe duda que en estos momentos, al igual que en epidemias y pandemias pasadas, los artistas ya se encuentran trabajando en la perspectiva que le quieren dejar a las futuras generaciones sobre este evento histórico. Pero a diferencia de otras enfermedades que han afectado en el pasado, el internet y las herramientas de arte, en especial las digitales, se encuentran al alcance de la mayoría de las personas, generando un fenómeno muy particular que solo nuestras condiciones actuales de vida han permitido.

Existe una frase que dice “sabes que una obra trasciende en la historia cuando ha sido parodiada en múltiples ocasiones” y los eventos recientes nos han recordado cuáles son esas obras; la lección de anatomía de Rembrandt, los autorretratos de Frida, e incluso "La última cena” de Leonardo Da Vinci, han sido todas editadas por personas de distintas partes del mundo para adaptarlas a nuestro contexto. Cubrebocas, caretas, gel antibacterial, e incluso papel higiénico y videollamadas de zoom, son todos elementos que han sido introducidos en reconocidas obras de arte. Y además de resultar en una imagen cómica de nuestra realidad, están a su vez registrando cuáles son las peculiaridades que mejor identifican la experiencia de vivir esta pandemia.

Por supuesto, es indispensable mencionar que otras personas le han apostado a la recreación de las obras como una forma de pasatiempo para realizar en confinamiento. Algunas motivadas por el ocio, y otras como resultado de dinámicas de museos (como es el caso del Getty Museum), estas reproducciones van desde fieles imitaciones, con un increíble cuidado del detalle, hasta ingeniosas propuestas que le apuestan al uso de materiales inesperados. Y si bien, todo este material que ha surgido no necesariamente ha sido producido por artistas, se demuestra nuevamente que el arte es siempre un refugio de la humanidad, incluso (y especialmente) en las condiciones más difíciles de nuestra historia.

Fuentes: The New York Times, Daily Art Magazine y el Universal.

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