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El Neopompeyismo: la puesta de sol desde el Olimpo
Artículos | 16 DIC 2021 Por Valeria Correa

En el artículo anterior compartimos de forma breve la historia de los principales artistas dentro de la tendencia que lideraba Leighton, es por lo que en esta ocasión hablaremos un poco más sobre las características del movimiento y cómo fue perdiendo su vitalidad conforme el tiempo dejaba atrás el siglo XIX.

Pese a no ser considerado un movimiento, el Neopompeyismo sufrió el ciclo de vida natural que cualquier otro movimiento pasaría. Surge con unos cuantos iluminados por la que consideran una noble causa, los cuales comienzan a inspirar a más agentes a su alrededor hasta que se crea un gremio compuesto por los integrantes fieles a la tendencia, críticos, rivales y admiradores. Madura con la consolidación de sus principales representantes y crea una cara con características que la separan del resto y hacen que cualquiera la pueda identificar y justo después de esa dorada madurez, llega el ocaso. Pocas manifestaciones artísticas se marchitan con tanta gracia y nobleza como lo hizo el Neopompeyismo, el cual parecía tener un perfecto vínculo con el carácter de Frederic Leighton.

Leighton se desempeñó de manera natural – y posiblemente involuntaria – como un estandarte de todo lo que fue el Neopompeyismo: solemne, virtuoso, académico y clásico. Sus rivales también eran los rivales de esta tendencia, sin embargo, nunca hubo agresividad de ningún tipo. En la Inglaterra victoriana que sostuvo el Neopompeyismo, existió una rivalidad entre aquellos que creían que el arte debía de volver a lo primitivo medieval, que encontraban más noble y puro el arte inocente de los maestros anteriores a Rafael y aquellos que consideraban que la verdadera virtud y belleza en el arte la encontrarían evocando el pasado clásico enterrado entre Atenas, Pompeya y Herculano.

Como tal, Leighton y J. E. Millais fueron rivales que defendían expresiones artísticas muy diferentes, sin embargo, eso nunca les impidió crear alta estima entre sí y tener una cordial amistad. Era natural que estos artistas fuesen estimados no solo por el otro, sino también por los miembros de la academia. Al convertirse Leighton en el presidente de esta, el espíritu de la institución cambió, los integrantes de esta se vieron fuertemente inclinados hacia las estructuras académicas del presidente y es entonces que podemos comenzar a entender porqué en la historia del arte destacan más los movimientos escandalosos y con representantes con vidas épicas y dramáticas.

La academia se llenó de un sentimiento autoindulgente hacia su arte, lo que se conocía como arte oficial y académico comenzó a tener un molde parecido para todo y quien se pareciera más al presidente, mejor artista era. Leighton como tal, se esforzó porque la academia rebosara de hombres virtuosos y sus galerías se llenasen de obras maestras, pero sin saberlo, él se había convertido en el límite y nadie veía más allá.

El curioso panorama del arte en el siglo XIX consta de que el nivel de internacionalización entre los artistas de cada país era diferente, y el mejor ejemplo está entre Inglaterra y Francia. En París alzaban la voz los inconformes y lo hacían con sus pinceles, lienzos y exposiciones, con los ojos del continente en la floreciente capital del arte, las obras de los más famosos fluctuaban de país en país, así como los gustos de la gente. Pero en Inglaterra era diferente, se podría creer que sus artistas eran más cerrados que los parisinos y la realidad es otra, estos artistas viajaban incansablemente y poseían un espíritu internacional, solo que las rutas de su circuito del arte no. Se dio una relación en la que sabían qué producir porque sabían lo que los ingleses querían. 

Con el paso el tiempo, la edad del presidente y de los neopompeyistas aumentó, pero su arte no cambió. La eficiente dinámica en la que esa parte adinerada de la sociedad compraba el arte de los más reconocidos artistas dentro de la academia se volvió obsoleta, pero curiosamente tampoco se vio afectada. Después de la muerte de Leighton, la época de oro de la tendencia neopompeyista oficialmente terminó, pero el ocaso se pronunció una década antes en 1880.

Con los impresionistas haciendo escándalo en Francia en esa década, el curso del arte en Europa cada vez se separaba más del arte británico. En esos momentos los neopompeyistas experimentaban un declive en su relevancia dentro del mercado del arte, sin embargo, el olimpo nunca cayó como tal. Ninguno de los artistas más importantes de la tendencia padeció pobreza, Poynter y Leighton incluso lograron vender todas su obras y Alma-Tadema nunca dejó de ser venerado, mientras el sol se ponía en sus tierras, los olímpicos se mantenían taciturnos y estoicos con su arte inalterable, como ajenos a los turbulentos cambios en el arte de su época.

Esto fue una situación que duró décadas, después de la muerte de Leighton en 1896, el resto de los neopompeyistas se mantuvo realizando su práctica con el mismo estilo hasta la caída del último, prácticamente hasta 1919. Se considera esta una de las razones por las que el arte académico no cobra relevancia en la historia del arte, la noble resiliencia con la que esta práctica fue bajando la voz y desapareciendo no se compara con los episodios que dieron las revoluciones del arte en Francia entre el siglo XIX y principios del XX, sin embargo, sigue tratándose de la magnífica historia de hombres increíblemente virtuosos que produjeron arte altamente técnico y exigente, bañados en títulos y reconocimientos.

El ocaso llegó al olimpo y ellos solo observaron desde su elevado monte cómo el tiempo los dejó atrás. El tiempo cambió, con el cambió el público y sus intereses, esto afectó el arte y con el paso del tiempo, en la historia del arte decimonónico comenzaron a ser relevantes aquellos que sacudían al público desde el escándalo y no aquellos que obtuvieron importancia en su momento a través de una rigurosa aplicación de la técnica en temas clásicos. Este sentimiento lo explica de forma muy clara Gombrich en La Historia del arte “(…) en el siglo XIX” menciona “la historia del arte no podrá consistir nunca en la de los maestros más famosos y mejor pagados. Se nos antoja más la historia de un grupo de hombres solitarios". Era de esperarse ya que el resurgimiento del espíritu clásico en las manifestaciones de arte se había dado antes e incluso repetido, aunque en cada una esto se manifestó de forma diferente y el Neopompeyismo, no fue la excepción.

Fuentes: El Olimpo Victoriano, William Gaunt. La Historia del arte, E. H. Gombrich.

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