En su libro “La CIA y la guerra fría cultural”, la autora Frances Stonor Saunders, una historiadora y periodista británica, nos menciona una hipótesis que después de varias investigaciones resultó verídica. En su libro, la autora planteaba que, durante la Guerra Fría, la CIA desempeñó un papel secreto en la promoción del arte moderno como herramienta de propaganda para fortalecer la ideología estadounidense frente al comunismo soviético. Este enfoque reveló cómo el expresionismo abstracto fue utilizado para simbolizar la "libertad creativa" del capitalismo, contrastando con el control estatal del arte en la Unión Soviética.
La CIA, a través de estrategias de poder blando, financió y organizó eventos culturales, incluyendo exposiciones y bienales en Europa, promoviendo a artistas como Jackson Pollock. Estas actividades, orquestadas por el Congreso por la Libertad Cultural (CLC), buscaron mostrar la superioridad del arte estadounidense frente a los regímenes comunistas. A pesar de la naturaleza encubierta de la operación, el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York jugó un papel clave en difundir el expresionismo abstracto.
La intervención de la CIA, sin embargo, generó controversia. Aunque los artistas no eran plenamente conscientes de que sus obras servían como propaganda, se ha cuestionado hasta qué punto la política influyó en su trabajo. Además, surge el debate sobre si la manipulación cultural de la CIA afectó irreversiblemente el curso del arte moderno o si siempre ha existido una relación entre arte y poder político.
Este episodio plantea interrogantes sobre la independencia del arte y su relación con intereses externos, invitando a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la creatividad en tiempos de guerra ideológica.