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Las Hilanderas de Velázquez capa por capa
Artículos | 29 FEB 2024 Por Valeria Correa

Entre las obras de arte de Diego Velázquez suele destacar mucho Las Meninas (1656), el misterio y la maestría detrás de cada detalle en la obra no deja de sorprender con hallazgos o teorías. Pero la genialidad de Velázquez no se resume a una sola obra y por ello sigue siendo uno de los maestros más célebres en la historia del arte y sobre todo de España.

Dentro de la corte del rey Felipe IV, Velázquez fue su pintor favorito y hasta un gran amigo, el sevillano gozó de casi todos los privilegios que pudo querer y estudió a los artistas que quiso. Felipe IV tenía una gran afición por el arte y esto lo reflejó en su exquisita colección de obras, a las cuales Velázquez tuvo acceso, aunque los viajes que realizó también fueron enriquecedores para su desarrollo.

En esta ocasión, queremos compartir unas observaciones e historias acerca de Las Hilanderas (1657) o bien, La Fábula de Aracne de Velázquez. Esta es una de esas maravillosas obras en las que no todo es lo que parece y los elementos cuentan con más de un significado, por lo que iremos desglosando algunas partes para comprenderla mejor.

Cambios de título

Esta obra que conocemos como Las Hilanderas, originalmente fue titulada como La Fábula de Aracne. La historia detrás de este cambio de título se debe a errores en su catalogación. Antes se solía catalogar las obras según una descripción visual de esta, por ello en 1872, Pedro de Madrazo la catalogaría con la descripción “La fábrica de tapices de Santa Isabel de Madrid: cuadro llamado de Las Hilanderas”. De Madrazo fue – entre muchas cosas – un crítico de arte y escritor que fungió como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y director del Museo de Arte Moderno de Madrid, por lo que se tomó muy en serio su opinión al momento de catalogar la obras.

Entonces ¿cómo sabemos que ese no es el título de la obra? Afortunadamente, el primer dueño de la obra, Pedro de Arce tenía un inventario de su colección de arte y según este registro de 1664, la obra aparece como “otra pintura de Diego Velázquez de la fábula de aragne de mas de tres barras de larga y dos de cayda tasada en quinientos ducados”. Es decir, la obra originalmente sí se titula “La Fábula de Aracne”.

Esto le da un sentido más profundo del que podría tener la obra a partir de una interpretación por su título de Las Hilanderas. Con el título podemos ver significados en las obras que tal vez no se nos habrían ocurrido en a primera vista. Por ejemplo, en el cuadro de Las Hilanderas hablamos de una escena costumbrista, es lo que se ve y lo que se indica; en cambio, en La Fábula de Aracne, buscamos a Atenea y Aracne en medio de la disputa que llevó a la mejor hilandera a ser castigada por una diosa.

Sin conocer la historia del cambio de título tal vez sería difícil imaginar que hablamos de la misma obra e interesarnos de lo que el Mito de Aracne tiene que ofrecer desde la perspectiva de Velázquez, ¿es el único mito en la obra? No y muchas cosas en la obra son más de lo que parecen.

Mitos en la obra

El mito de Aracne consta de una famosa hilandera que tenía tanta confianza en sus habilidades para tejer, que le propuso a la diosa Atenea una competencia para ver quién era mejor. Atenea no ganó y aceptó su derrota, pero no se lo tomó nada bien, la ofensa que sintió por la soberbia de Aracne hizo que considerara necesario castigarla convertiendola en una araña.

En el primer plano podemos encontrar a dos figuras femeninas que son el foco principal de la obra y estas son de Atenea y Aracne en plena competencia y detrás de ellas hay otra narrativa.

Lo que parecía la escena de unas jóvenes aristócratas admirando un papel tapiz el fondo, también merece atención ya que el simple hecho de que Velázquez haya puesto un segundo mito dentro de esta pintura hace que el primero tenga sentido. Velázquez era muy confiado en sus habilidades y en su prestigio, por lo que se podría considerar que el mito de Aracne va relacionado con la propia confianza que el pintor tenía sobre su trabajo, pero a diferencia de Aracne, él sabía que lo que poseía no era soberbia, era confianza. Esta se obtiene de años de experiencia, de reconocimiento en el trabajo y del poder detrás del conocimiento obtenido.

Dicho conocimiento que lo respalda se puede interpretar en el papel tapiz en el fondo de la obra. La interpretación anterior es completamente subjetiva, es comentada con el propósito de compartir una opinión sobre la obra y lo que se sabe de esta, no está comprobada por registros teóricos.

Lo que sí es objetivo, es que el papel tapiz es una recreación de una obra al óleo: El Rapto de Europa.

De maestro a maestro

Posiblemente de lo mejor que ha hecho Velázquez en sus obras fue ese tapiz . La aparición de El Rapto de Europa es una referencia sobre otra que crea un círculo entre los amigos y personas que respeta. Y con ello demuestra la confianza que tiene en su conocimiento, su talento y lo que ha estudiado.

La versión que aparece en el tapiz es una referencia la pintura que hizo Pedro Pablo Rubens sobre ese tema en 1628, Velázquez imitó esta sabiendo que no era una original del pintor flamenco. Pero la referencia no acaba ahí, esta pintura de Rubens es una copia que él hizo en uno de sus viajes diplomáticos a España.

Rubens no solo era pintor, tenía una importante carrera como diplomático y a menudo viajaba a diferentes países, por ello y por su fama como pintor, creó una buena relación con Felipe IV e inevitablemente conoció a Velázquez.

Al tener una buena relación con el rey, Rubens pudo conocer su exquisita colección y se le permitió hacer estudios de esta. Es entonces que se encontró con El Rapto de Europa, pero la versión de 1560 del gran maestro italiano Tiziano.

Las obras en sí prácticamente no tienen diferencias, misma composición, mismas posiciones, se podría decir que son la misma pintura, pero la original es la versión de Tiziano y la segunda por Rubens. Realmente es una copia hecha a partir de un ejercicio de estudio. Sin embargo, Velázquez quedó impresionado por la habilidad de Rubens para recrear con gran maestría una maravillosa obra de un artista tan importante como Tiziano, y el respeto de Velázquez no llegaba por nada.

Entonces, para demostrar – quizás a sí mismo – que también podía apropiarse por completo de una obra que realizó un gran pintor, la integró en su lienzo en una de las formas más creativas que podemos reconocer en toda la historia del arte. Es sutil, es difícil de ver, requiere de mucha atención y la historia detrás es como un tesoro por el gusto que da descubrirla.

Es sorprendente cómo maestros tan distantes a nuestro tiempo aún causan sensación, no solo porque podemos seguir disfrutando de su arte inmortal, también por el hecho de que el ingenio que plasmaron en su trabajo revela descubrimientos que hoy en día vale la pena compartir.

Fuentes: National Geographic, El reto histórico, Historia del arte.

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