No es un secreto que las mujeres han ido omitidas casi en su totalidad de la historia del arte. Pareciera que no hubo pintoras, grabadoras o escultoras hasta el siglo XX, considerando que nombres como Frida Kahlo y Remedios Varo ya son familiares para el público.
La historia del arte no posee toda la responsabilidad – pero sí la mayoría – de que varias mujeres fuesen hechas a un lado pese a ser artistas altamente talentosas y/o famosas en vida. Algunas se vieron subestimadas y encasilladas debajo de la sombra de sus maestros y sus padres artistas, los cuales solían ser la misma persona en ocasiones. Es por lo que en este artículo hablaremos sobre las vidas de 3 excelentes artistas femeninas, cuyos maestros y padres, también fueron grandes pintores.
Artemisia Gentileschi (1593-1656)
Dentro de los pintores italianos que destacaron en el período Barroco, Caravaggio es considerado el mejor de todos hasta la fecha. Gracias a su fama y la admiración por su pintura, un grupo de artistas decidió tomarlo como influencia y crear la escuela de los que serían conocidos como Caravaggistas.
Entre los Caravaggistas hubo un miembro altamente entusiasta con el estilo del maestro del claroscuro, este fue Orazio Gentileschi, sin embargo, él no sería el mejor exponente de esta escuela. Su hija y alumna, Artemisia Gentileschi fue tan dotada y talentosa para pintar, que hoy en día es fácil confundir sus obras con las de Caravaggio si no se le ha observado y estudiado con consideración.
Como es fácil de suponer, Artemisia no tuvo una vida fácil como mujer en el siglo XVII y menos como mujer artista. Dicho esto, la realidad es que la artista no solo es admirable por su maestría con el óleo y el lenguaje visual – realizó muy buenas alegorías y sus personajes tenían bastante expresividad – también tuvo una actitud implacable frente a la vida y las injusticias que tuvo que pasar. Superando violencia, abusos y traiciones, Gentileschi se convirtió en la primera mujer en formar parte de la Accademia delle arti del disegno de Florencia, fue comisionada por la poderosa familia Médici, viajó y trabajó en diversas ciudades italianas y tuvo suficiente éxito en vida para gozar de clientela internacional.
Katsushika Ōi (1800*-1866* fechas exactas desconocidas)
Si hablamos de arte japonés, es posible que lo primero que nos llegue a la mente sea Hokusai, el creador de La Gran Ola de Kanagawa (1830-1833) y el más famoso exponente del Ukiyo-e. Sin embargo, este gran maestro tuvo una discípula a la que valoró y reconoció por encima del resto de sus alumnos, su hija Katsushika Ōi.
Se dice que Ōi nació cuando Hokusai tenía 37 años, una edad algo avanzada para la época. La vida de esta artista había transcurrido sin eventos altamente remarcables hasta su divorcio, después de esto, regresó a la casa de su padre y la gran historia de este par comenzó realmente.
Existen testimonios de otros aprendices de Hokusai sobre la persona que fue Ōi. Tan parecidos como dos gotas de agua en el carácter, ambos fueron espíritus libres, impetuosos y señalados como excéntricos que se dedicaban todo el día a sus obras y nunca soltaban el pincel. Parte de la excentricidad que se le atribuyó a Ōi es que no realizaba ninguna de las tareas del hogar, está por demás decir las opiniones que tuvo la gente de una mujer como ella.
Sin embargo, tanta dedicación a la pintura dio su fruto, Ōi se convirtió en una artista consumada, altamente hábil para pintar gente hermosa – este subgénero de pintura es denominado como bijin-ga en el arte japonés – en palabras de Hokusai “las obras bijin-ga que he realizado no se equiparan a las que Ōi hace”. Cuando Hokusai comienza a caer enfermo con la edad, fue Ōi quien estuvo a su lado asistiéndolo en la elaboración de cada obra tardía del maestro; tal fue el nivel de habilidad de esta artista. No hay una lista exacta de las obras de Hokusai en las que se reconozca la participación de Ōi, pero si se conocen obras de su propia producción, por más que esta lista puede verse corta, la calidad de cada obra no deja nada que desear.
Blanche H. Monet (1865-1947)
La familia de Blanche, conformada por sus 5 hermanos y sus padres, vivió junto a los Monet durante varios años. El padre de Blanche no estuvo viviendo con las familias como tal, él trabajaba en París y más tarde en Bélgica, mientras su familia cohabitaba con los Monet. Tras la muerte de Camille – esposa de Monet – en 1879, la familia de Blanche siguió viviendo en la casa del artista, pero fue hasta 1892, un año después de la muerte de Ernest, que Alice – madre de Blanche – y Claude Monet contrajeron matrimonio.
Primero hijastra de Monet, más tarde en 1897, se convertiría en su nuera al casarse con el hijo mayor del artista, Jean Monet. La pareja vivió por su lado, hasta el fallecimiento de Jean en 1914. Blanche regresa a la casa de su suegro Monet a cuidarlo debido a que este se estaba consumiendo en una gran depresión, no solo por la muerte de su hijo, sino también por la pérdida de Alice unos años antes. Es así como Blanche se convirtió en el principal soporte emocional y de vida de Monet, haciéndose cargo de la casa en Giverny y sus jardines hasta su propia muerte.
Blanche no solo asistió a Monet mientras este sufría de la pérdida de su vista, también se dedicó a cultivar su propia producción artística. Alcanzó un nivel y técnica bastante destacado de impresionismo, con excelentes relaciones entre la luz y el color, así como libertad en las pinceladas. Considerada el “ángel azul” de Monet, también fue su mejor aprendiz y una impresionista consumada dentro de un estilo muy puro. Sus obras se pueden confundir fácilmente con las de Monet a primera vista, más allá de las escenas y espacios que compartieron los artistas, tal fue la cercanía que compartieron y la influencia de ambos hacia el otro. Sin embargo, y afortunadamente, Blanche y Monet firmaron sus respectivas obras…la mayoría de las veces.
Seguramente existen muchísimas otras mujeres artistas que desconocemos y aun no reciben la visibilidad que merecen en la historia del arte. Por supuesto, este pequeño artículo no es suficiente para darle su lugar a todas, sin embargo, no importa lo pequeños que sean los pasos que demos mientras sigamos avanzando hacia la meta que es el reconocimiento de las mujeres como artistas en la historia. Honestamente, un objetivo justo y necesario.