“Soy dominado por una sola cosa, una irresistible y abrazadora atracción a lo abstracto” – Gustave Moreau.
Identificar a los máximos representantes de movimientos artísticos suele resultar sencillo, no solo por la exposición al público que tienen estos artistas, también por la marca personal de su arte dentro de cada corriente. Sin embargo, ¿qué sucede cuando un artista es tan original que se vuelve inclasificable? Gustave Moreau es uno de los mejores ejemplos entre artistas con una producción artística y un imaginario tan únicos que la etiqueta “simbolista” a penas sirve para darnos una vaga idea de su trabajo.
Primero revisemos la descripción que se le da: precursor del Simbolismo, forjado en el Romanticismo, con influencias del Renacimiento y una estética decadente. Varias de la mejores obras de Moreau fueron antes de 1885, es decir, el año en el que se publicó el manifiesto simbolista francés. Moreau tuvo varios años de prácticas artísticas autodidactas, incluso estuvo en talleres de artistas antes de su ingreso a la Real Escuela de Bellas Artes en París.
El paso de Moreau por la academia fue algo decepcionante para él y decidió aprender directamente de artistas en sus talleres. Uno de sus maestros fue discípulo de Ingres y Delacroix, lo que claramente influenció su producción y lo llevó a una exitosa carrera académica cuando fue aceptado para exponer en El Salón de París, sin embargo, sus viajes a Italia lo llevaron de nuevo a otro nivel.
Tras haber estudiado y copiado obras de Miguel Angel, Correggio, Veronés y Rafael, entre otros, Moreau regresa a París inspirado para trabajar con mayor vigor temas por los que siempre fue juzgado pese al respeto y mediano éxito que tuvo como pintor.
Una de las razones por las que es tan complicado clasificar a Moreau, es por el amplio abanico de influencias que maneja en sus obras, ya que no solo se puede apreciar el espíritu decadente del siglo XIX, también el exuberante rococó, la oscuridad barroca, el horror vaccui y estética hindú, así como características de grabados japoneses.
Maestro en el óleo y la acuarela, Gustave Moreau representó escenas bíblicas, mitológicas y literarias como ningún otro francés lo había hecho antes. Un artista tan único no se había visto en Europa desde William Blake. A más de cien años de haber fallecido, Moreau y su arte aun son estudiados por su profundidad mística que no fue limitada a un solo tema, es decir, el maravilloso mundo de Moreau no se detuvo a representar con reverencia puritana las escenas bíblicas o con frialdad neoclásica lo relacionado a mitología grecorromana. En cambio las telas, las joyas, la piel, las flores y las plantas cada elemento cobró vida con una riqueza en texturas que simplemente obliga a la sensibilidad del espectador a despertar y prestarle atención a Moreau. Detenidamente. Una y otra vez.