De la acumulación de objetos a los studiolos
Así como en la actualidad nos es difícil imaginar cuál será el papel del arte en la sociedad, su función, su mensaje, su propósito; a veces, también cuesta entender las razones que tuvo la humanidad en diferentes épocas para valorar el arte y actuar como creyeron indicado.
Sin embargo, existen registros de acumulación del arte y otros objetos valiosos desde los tiempos de las antiguas civilizaciones. Esto porque la cosmovisión de varias de éstas, como los chinos, los egipcios y los mayas, coincidía no solo en una vida después de la muerte, sino también en la necesidad de compañía y utensilios que auxilien el viaje y la permanencia en la vida eterna del difunto, principalmente un gobernante. Las tumbas en las que se encontraron los cuerpos que recibieron este trato estaban repletas de ornamentos preciosos con incrustaciones de joyas, artículos que fueron de su uso en vida, ropa, sirvientes – hubo casos en los que séquitos completos de emperadores o de concubinas morían justo después de su amo para seguir sirviéndole en la otra vida – así como soldados. El valor de las cosas estaba en sus materiales y no en su fabricación como tal, es por lo que se les enterraban con objetos de materiales preciosos, pero entonces ¿de qué servirían joyas, esculturas y artículos bellos después de la muerte?, según el estatus y la vida que tuvo el difunto, era importante ostentar poder y riqueza aún en su siguiente vida.
Otras culturas como la griega, también tenía una forma de organizar las cosas por su valor, ellos llegaron a hacer una separación entre el arte y la importancia que se le daba a este a partir del material que los constituía y el trabajo que representó su creación. El trabajo manual aún no poseía el prestigio que adquirió en otras épocas como en el Renacimiento, por lo tanto, la acumulación de obras y artesanías se organizaba por la estructura dentro de la cultura griega, en la cual el prestigio del arte aún no se distinguía de la utilidad de las artesanías, y seguía siendo inferior a otras actividades y profesiones, sin embargo, tenían su lugar y este fue la pinacoteca; un lugar hecho específicamente para la muestra de obras de arte y literarias que enriquecían la mente.
La historia de la acumulación y las grandes colecciones no tendría base, cuerpo ni esencia si no se contara sobre los saqueos que se ejecutaron a lo largo de esta. Entre los primeros, están los botines de guerra romanos. Con los romanos se empieza a ver un aprecio hacia la belleza y el gusto por la estética, fijándose no solo en creaciones de los griegos, pero también en otras culturas que estuvieron a su alcance, y más tarde, bajo sus pies. El placer estético comienza a tomar forma ya que las obras no se encontraban solo en templos, pero en lugares tan públicos como las plazas y las termas, donde podríamos percibir guiños o inicios a la decoración, para la cual no solo se necesitaban cosas bellas, sino cantidad suficiente de éstas para apreciarlas donde sea. Sin embargo, con el inicio de la edad media, esto cambiaría de nuevo.
Durante la edad media, la educación era una actividad exclusiva para miembros de la iglesia y la nobleza, por lo tanto, al pueblo se le adoctrinaba a través de recursos visuales. Esto se puede apreciar en cómo la iglesia hacía encargos de esculturas y retablos que representaran pasajes de la Biblia con los cuales los feligreses eran “educados” sin necesidad de que aprendan a leer. Otro tipo de acumulación que se dió fue el de la realeza, de nuevo los artículos eran valiosos por el tipo de material del que estaban hechos, pero también surge una inclinación hacia la rareza. Esto se puede observar en el interés por poseer objetos que para ellos eran conocidos como huesos de gigantes, cuernos de unicornios y cadáveres de dragones, cuando la falta de información en la edad media en realidad les hacía comprar y conservar huesos de dinosaurios, huesos de narval y cuerpos de cocodrilos respectivamente.
La devoción religiosa entre la realeza y la aristocracia también llevó a una destacable búsqueda de poseer retablos, miniaturas y los famosos libros de horas. Los últimos siendo realmente valiosos ya que se hacían de forma personal para quien los encargaba, eran manuscritos con ilustraciones y algunos pasajes bíblicos. Dueña de una destacada cantidad de artículos como los anteriores fue la reina Isabel, La Católica. Sin embargo, es un poco más importante históricamente el Duque de Berry, quien encargó el libro de horas titulado “Las muy ricas horas del Duque de Berry” y a su vez, llegó a juntar numerosas miniaturas góticas. Un italiano también llegó a cobrar lugar en este recuento sobre el coleccionismo ya que, en su enorme posesión de artículos, vio la necesidad de listarlos, es así como Oliviero Forzetta crea en el siglo XIV (1369 aproximadamente) el primer catálogo de una colección.
Más tarde, para los comienzos del Renacimiento, la aparición del humanismo crea diferentes intereses, así como diferentes espacios. El aprendizaje y la meditación retoman la importancia que tuvieron en la antigua Grecia, sin embargo, dedicarse a la reflexión y la filosofía no era un camino para los señores que tenían que mantener grandes e importantes familias. La formación y el enriquecimiento de estos personajes debía de ser basto, por lo tanto, la cantidad de libros de cada tema también. El lugar que estos cobraran en las casas obtuvo el nombre de studiolo y era compartido con otros objetos que merecían ser apreciados como artículos de orfebrería, monedas, pinturas de pequeño formato y algunos objetos de ciencia natural como los famosos pero raros cuernos de unicornio – que sabemos que en realidad eran huesos de narval – un ejemplo de estos studiolos fue el de Lorenzo de Médici, el más famoso de los patronos del Renacimiento, en su espacio se llegó a encontrar mas de 200 artículos solo en monedas y medallas, y otros muchos entre libros y pinturas pequeñas.
Dos factores que impulsaron el interés por la adquisición del arte fueron la política de prestigio por el arte de Lorenzo y más tarde, la publicación del libro de biografías de los artistas (Las Vidas, 1550) que realizó Giorgio Vasari, en el cual exaltaba la grandeza de cada maestro que estuvo bajo el mecenazgo de la poderosa familia Médici y la noble labor que esto representó por parte de ellos. La política de Lorenzo constaba en que el poder de una familia era representado no solo por su dinero, sino en cómo se usaba este, la donación de obras a la iglesia y el impulso del desarrollo cultural fueron sellos que dejaron los Médici en la historia y a sus coetáneos no les quedaba duda del poder de tal dinastía, y menos cuando Lorenzo podía encargar a sus artistas repartidos en diferentes ciudades importantes de Italia (como Lisboa, Roma, Venecia y Nápoles) cualquier obra en cualquier momento ya sean para iglesias o para ganar agrado, o un favor de alguna familia; el poder que representaba la colección de antiguas esculturas romanas que poseía la familia Médici no solo sumaba a su prestigio por el arte, sino también les permitió crear escuelas como el famoso jardín de la escultura en donde se enseñaba este arte y llegaron al mundo las primeras obras de Miguel Ángel. Por lo tanto, las famosas familias de las cortes de Urbino, Milán y Mantua no podían perder frente a esa situación, entonces de Urbino surgió otro gran mecenas de las artes, Federico de Montefeltro; mientras en Mantua, Isabella d’Este, quien enviudó joven, dedicó su vida y su riqueza a encargar y comprar obras, en varias se le pude ver posando, la cuenta de su colección alcanza el número aproximado de 1600 piezas que conformaron los dos studiolos que tuvo, uno antes de enviudar y el segundo en la casa a la que se mudó después.
Con el paso del tiempo, los artistas que otorgaban prestigio irían falleciendo y al llegar al público el libro de Vasari, la importancia que estos tenían, se elevaría aún más, ya que tener un Rafael o un Da Vinci que no se va a repetir y saber que no se puede encargar nada al artista, hizo que las obras que ya habían dejado se apreciaran con mayor consciencia. Ya no eran famosos coetáneos, eran importantes y grandiosos maestros del pasado. Y las influencias del humanismo sobre las poderosas familias de la época no provocarían una competencia solo entre estas, el poder de una poderosa institución no podía ser opacado por familia alguna, ya que, como representantes de Dios sobre la tierra, el papado también se encargaría de la adquisición de obras artísticas, entre otras riquezas.
En la continuación de este artículo, hablaremos sobre los espacios que crearon los Papas para la acumulación del arte y los espacios en los que existieron las primeras colecciones de arte como las conocemos.