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La historia de seducción entre Salvador Dalí y Federico García Lorca
Artículos | 17 FEB 2021 Por Valeria Correa

La pasión en el matrimonio entre Salvador Dalí y Gala es posiblemente una de las historias de amor más famosas de la historia, sin embargo, años antes de la llegada de Gala a la vida del pintor, una intensa relación ya había marcado a Dalí y los fantasmas de éste le perseguirían hasta el último de sus días.

En la intensa década de los años 20 en Madrid, un joven Salvador Dalí se encontraría en la Residencia de Estudiantes a dos personalidades con quienes conformaría la triada artística más importante del siglo XX en España, Federico García Lorca y Luis Buñuel. Sería Lorca con quien tendría una complicada relación de admiración y amor platónico que llenó la vida de Dalí con intensas emociones y entre ellas, la culpa.

Cronológicamente, Lorca y Buñuel se conocen en 1919, durante un momento en que las ideas y la cultura eran casi tan florecientes como pudieron haber sido para España. La vida nocturna, el libertinaje y el entretenimiento eran la esencia de Madrid y el lugar predilecto para esto, era el Rector’s Club, justo debajo del Hotel Palace. Este lugar, ubicado cómodamente cerca de la Residencia de Estudiantes, se convirtió en la segunda cuna de intercambios intelectuales, pero principalmente, buenos momentos para el poeta y el cineasta, un lugar tan apreciado por Buñuel que incluso se refería a este como “la Capilla Sixtina de los Martinis”. Tras la llegada de Dalí, este tipo de dinámicas entre Buñuel y Lorca cambiarían con el tiempo.

Lorca quedó fascinado con Dalí justo después de conocerse en 1923; eran completamente distintos el uno del otro, pero eso solo hizo que el interés despertara en ambos. Mientras más compartían entre ellos, menos tiempo dejaban para su alrededor. Pero este no fue el caso de Buñuel, con una visión y necesidad de expansión más universal, tras haber viajado a París, regresa a la Residencia con la seguridad de que su país está atrasado en movimientos artísticos, en ideas y en cultura. Todo estaba listo para florecer en aquel lugar que fabricaba intelectuales, pero la vanguardia y la innovación no despegaban por las limitantes del gobierno y las peleas por el poder que ya se anunciaban con tensión en el aire. Es entonces, que ese mismo año Buñuel “arranca a Dalí de Lorca” y lo convence de irse juntos a París, donde emprenden colaboraciones que dieron como resultado dos estandartes del movimiento surrealista “El perro de Andaluz” (1929) y “La edad de oro” (1930).

Dalí siempre fue extravagante y tuvo la necesidad de dejar su huella en la historia, sabía que podía ser una gran figura en el arte y fue así que Buñuel logró llevarlo consigo a Francia, en búsqueda del desarrollo y crecimiento que necesitaban ambos para despegar sus carreras artísticas en un escenario más grande, rico y competitivo como lo fue la capital francesa en el siglo XX. Es entonces, que siendo separados por la distancia, se da entre el poeta y el pintor una comunicación por medio de cartas que quedarían como evidencia de su afecto.

“Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (...) yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar (…)”

Así escribió Dalí a Lorca en las cartas que intercambiaban los artistas. Entre 1925 y 1936, el conjunto de epístolas que compartieron sugiere un encanto por el otro más allá del aprecio y la ternura, las sombras de una relación que debía mantenerse en la clandestinidad se ciñen sobre cada palabra, volviendo toda esta acción un intelectual juego de palabras llenas de admiración que visten la verdadera naturaleza de los sentimientos detrás de cada frase. Querido Salvador, Querido Lorquito, Epistolario 1925-1936 (Elba, 2013) es la recopilación del periodista Víctor Fernández de la correspondencia entre estos artistas y se incluyen cartas entre Lorca y otros personajes como la hermana y el padre de Dalí. Pero con el paso del tiempo, Dalí cambió durante su estancia en Francia; su creciente éxito, naturaleza extravagante y fusión con el surrealismo lo llevaron a él y a Buñuel a ver a Lorca como alguien que se mantenía en el pasado.

 En sus cartas, Lorca parece querer encantar al pintor con sus palabras, su poesía en prosa y sus atrevidas declaraciones de afecto: "Yo pienso en ti, y nunca pensé más intensamente que ahora, es ya el colmo. Te recuerdo siempre, te recuerdo demasiado. Tengo que pensar que eres feísimo para quererte más..." Pero por parte de Dalí, las respuestas parecían tener mayor intensión de estar a la altura lírica de Lorca y no de corresponderle realmente. El pintor llegó a revelar en entrevistas que Federico estaba enamorado de él, que incluso hubo intentos de acercamientos sexuales, pero que al no identificarse como homosexual, decidió cortar con esos acercamientos y mantener su relación en un amor platónico que se mantuvo altamente erótico en sus mejores años. Pese a que una relación consumada entre ellos no se puede confirmar, el amor que le tuvo Federico a Salvador sí, este escribió su Oda a Salvador Dalí (1926), una obra de tanto sentimiento y de la magnitud, que incluso se destaca que Lorca nunca hizo algo así por alguien más.

En 1929, tanto el estreno de “Un perro de andaluz”, como una dura crítica de Dalí al Romancero Gitano (1928) de Lorca provocaron un distanciamiento entre los dos. Otra fisura en su relación fue la aparición de Gala en la vida de Salvador. Con el tiempo las cartas entre Lorca y Dalí se volvieron menos frecuentes, los celos de Gala imponían tensión entre esta comunicación, y el conflicto llegó a tal punto que Federico llegó a escribirle a Dalí “Gala no me gusta”. En consecuencia, el poeta llegó a convertirse en un tema prohibido en la casa de los Dalí.

De las cartas reunidas en el epistolario, unas 40 son de Salvador a Federico mientras que solo 7 son del poeta al pintor, esto debido a que después de la Guerra Civil (1936-1939), la hermana de Dalí vendió algunas de las pertenencias del artista y entre esas, se cree que algunas de sus cartas. Sin embargo, el conjunto de éstas se cree que fue alterado igualmente por Gala, quien consiente de los sentimientos de Lorca por Dalí, se señala que se deshizo de algunas, quemó otras y destrozó unas más.

En España, el avance del régimen franquista en el poder en 1936 proyectaba su opresión sobre todas las ideas que contrariaran las suyas y dentro de estas, el liberalismo. Es así como las figuras sociales que buscaban este desarrollo para el país eran amenazadas y perseguidas por el régimen, entre estas, Federico García Lorca. Dalí, quien seguía en Francia, invitó a Federico a acompañarlo a él y a Gala a Italia cuando se entera de la situación de su amigo; el pintor tenía el proyecto de trabajar en una colaboración con la diseñadora italiana de moda Elsa Schiaparelli y pensó que sería una buena oportunidad para alejar a Federico de la tensa situación en su país que cada día se ponía más peligrosa para el poeta. Pero, el 18 de agosto de ese mismo año, Federico García Lorca es fusilado en Granada por el régimen franquista mientras hacía una visita a su familia en casa de sus padres.

Al enterarse de la muerte de Lorca, Dalí dijo que exclamó “¡Olé!”, sin embargo, como este acto puede ser fácilmente mal interpretado, en parte de los documentos del epistolario de Fernández, el pintor explica que esto fue porque para Federico, esa misma expresión representaba el momento mas trágico y desgarrador dentro del canto flamenco, entonces eso fue en memoria de su gran amigo. “Acababa de enterarme de que una treintena de amigos míos habían sido muertos por los anarquistas, cuando Gala me llevó a Tre Croci, en la frontera austriaca, para que recuperara la calma. Allí me dejó solo. Mi obsesión aumentó más.” confiesa Dalí.

Tras la muerte de Lorca, Salvador se vió perseguido por su recuerdo por el resto de sus días, pero fue después de la muerte de Gala en 1982, cuando en su soledad sintió el peso de su pasado. Dalí decidió visitar la Residencia de Estudiantes en busca de recuerdos, pero para esa época, ya no era el de antes. No se dejaba ser visto ni daba entrevistas puesto que mientras más envejecía el artista, menos se le entendía y peor era su condición, tanto que prácticamente no se le entendía al hablar. Sin embargo, sus enfermeras aseguran que después de su viaje de visita a la Residencia, solo se le entendía “Mi amigo Lorca”. Y es en 1986, que el biógrafo Ian Gibson consigue entrevistar a Dalí y de esta experiencia asegura "Cuando entrevisté a Dalí, lloró recordando a Lorca". Es en ese mismo año que se publica una carta que Dalí envió al director de el diario El País donde Dalí confiesa que su relación con Lorca fue “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir” y aunque no negó nunca su enorme aprecio por el poeta, Salvador Dalí vivió hasta el último de sus días arrepentido de no haber insistido más en que lo acompañara a Italia, de todo lo que no pudo ser entre ellos, extrañándolo y manteniendo siempre en sus recuerdos a su querido y gran amigo Federico.


Fuentes: Heraldo, El País, Cultura Colectiva y El Diario.

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