La reconocida artista contemporánea japonesa Yayoi Kusama, ha llamado recientemente la atención no solo por sus icónicas instalaciones de lunares, sino también por su reciente postura al abordar sus comentarios racistas en el pasado. Kusama, conocida por sus obras de arte surrealistas e inmersivas, ha sido durante mucho tiempo una figura de fascinación e intriga en el mundo del arte. Sin embargo, se ha señalado lenguaje ofensivo en su autobiografía publicada en 2002, libro que ha provocado una conversación sobre la rendición de cuentas y el crecimiento en el contexto de la sensibilidad racial y la inclusión.
En la versión japonesa de su autobiografía Infinity Net (2002), la artista se expresa de la comunidad afroamericana como “primitivos, seres hiper sexualizados” y señaló que el Nueva York se ha convertido en un “barrio bajo” cuyo valor baja cada día gracias “personas negras disparándose los unos a otros y vagabundos durmiendo en las calles”. Estas frases fueron removidas en la traducción al inglés que se publicó de su libro en 2013, sin embargo, no pudieron permanecer desapercibidas.
En la inauguración de su reciente exposición con el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) Kusama reconoce con franqueza sus anteriores comentarios racialmente insensibles, expresando un gran arrepentimiento y un profundo sentido de remordimiento. Sus reflexiones expresan un compromiso para comprender el impacto de sus palabras y acciones, mostrando un esfuerzo sincero para confrontar y rectificar sus errores del pasado. Tal muestra pública de responsabilidad por parte de una figura prominente como Kusama marca un punto de inflexión significativo en el discurso en torno a la sensibilidad cultural y la justicia racial en el mundo del arte.
El mundo del arte, como muchas otras esferas, sigue lidiando con los legados de la discriminación y la marginación. El paso que dio Kusama al enfrentar sus errores pasados y trabajar activamente para fomentar un entorno más inclusivo envía un mensaje poderoso sobre la importancia de reconocer y aprender del pasado de uno, al tiempo que contribuye activamente a un cambio positivo en el presente y en el futuro.
A medida que navegamos por las complejidades de un paisaje cultural en rápida evolución, el ejemplo de Kusama sirve como un recordatorio de que reconocer los errores del pasado es el primer paso hacia el fomento de una sociedad más inclusiva y empática.
Fuentes: ArtNews, Hyperallergic.