Décadas después, para 1963, la primera dama Jackie Kennedy logró un inusual acuerdo con Francia y el Louvre para que el famoso retrato fuera exhibido en los Estados Unidos. Aprovechando la atención mediática que la gira provocaba, un anticuario de nombre Raymond Hekking intervino bajo la declaración de que el tenía la verdadera Mona Lisa, y que aquella que traían del Louvre era una versión falsa; según Hekking la obra que se había encontrado en 1913 después del robo era falsa.

Hekking dijo haber adquirido su Mona Lisa a finales de los 50’s por $5 USD de un marchante de arte en Niza, Francia, e invitaba a todos a estudiar su obra con tal de que su pieza fuera reconocida como la original. Incluso llegó a producir una cápsula de video demostrando la autenticidad de su obra.

Sin embargo, después de varios estudios, se determinó que la obra de Hekking fue realizada en el siglo XVII y que su autoría residía en algún pintor italiano, seguidor de la obra de Da Vinci. Desde entonces la obra había permanecido entre los herederos de Hekking hasta ahora.

Las réplicas del siglo XVII y su valor

Durante el Siglo XVII, era común que las familias acaudaladas, ya sean burgueses o nobles, demostraran su posición socioeconómica a través del arte. Como la reproducción masiva de imágenes no existía, poseer una copia de una obra maestra era considerado una muestra de poder y estatus social, ya que implicaba la contratación de un artista talentoso y hábil que realizara la reproducción exacta, y que contara con acceso al museo o residencia donde se encontraba la obra que se deseaba reproducir. Es por ello por lo que actualmente existen varias reproducciones de la Gioconda que en su mayoría fueron realizadas durante este siglo, y que a pesar de no ser las originales, conservan un importante valor por el contexto en el que fueron producidas.

Fuentes: Informador y el Universal.

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